domingo, mayo 11, 2008

Disfrutando de vuestra subvención

Hace un par de semanas que vivo de subvenciones a costa de otros. Tras un (más bien poco) ardúo analisis económico, he descubierto varios trucos fácilmente accesibles que me permiten vivir a costa de otros. Mis esquemas son todos perfectamente legales, así que no corro ningún riesgo. Aún así, soy capaz de hurtar cientos de dólares al día a multitud de terceros, sin que nadie pueda hacer nada para impedirlo.

Hola, me llamo Egócrata y conduzco en mi Mazda3 125 Km cada día para ir y volver del trabajo.

La verdad, es un esquema estupendo. Para empezar, pago un precio ridículo por el carburante que utilizo. Gracias a la estupidez / generosidad del gobierno americano, apenas pago 18 céntimos por galón en impuestos al llenar el depósito (Connecticut casca unos céntimos más; nada excesivo). Este dinero es utilizado integramente para pagar por la construcción de carreteras, y lo cierto es que no alcanza para todo; el resto de contribuyentes cubren el gasto sin problema. De corazón, os lo agradezco.

Evidentemente, ese no es el único coste; mi coche emite una cantidad modesta, aunque nada trivial, de pura mierda asesina a la atmósfera. Esos días asquerosos con una neblina opresiva debido a la contaminación podéis ver mi trabajo. Los efectos secundarios de toda esa basura son amplios y notorios; estoy cambiando el clima, matando viejecitos con asma y haciendo que los niños tosan. Me tendrían que multar para pagar por limpiar toda esa mugre, pero nadie lo hace. Joderos bien.

Y no se vayan todavía, aún hay más. El coche lo aparco en la calle. No pago un duro por ella, así que todos esos pringados contribuyentes que están cubriendo con ese gasto: gracias. En Hartford el coche está en un garaje que ocupa un espacio maravillosamente improductivo en el centro de la ciudad. Imaginad todo lo que ese solar podría hacer y no hace, porque un grupo de chupópteros estamos pagando cuatro perras para dejar nuestro emisor personal de mugre.

Por descontado, mi mera presencia en la autopista es un coste para todo el resto de conductores. El hecho que ande con mi cochecito en una infraestructura saturada, incrementando el colapso, hace que todo el mundo gaste un segundo o dos más para llegar al trabajo. Pongamos 300 ó 400 tipos, cada día destruyo 10 o 15 minutos de sueño al mundo. Soy así de molesto.

Además de todas estas subvenciones, el coche y su uso me permiten tomar una serie de decisiones profundamente ineficientes, que no estoy pagando gracias a la colaboración de todos. La primera, y más obvia, el vivir absurdamente lejos de mi lugar de trabajo. ¿Ese modelo urbanístico horrendo, todo disperso? Entre todos nos lo estaís pagando. No hay ni gota de densidad que hagan el transporte público razonable, y la verdad, no quiero gastar una hora o más adicional cada día para ahorraros a vosotros algo de energía. Sería absurdo, ya que todos andáis pagando. Y la verdad, tampoco es que haya alternativa en este aspecto. Obviamente, con todo subvencionando los coches, no queda dinero ni demanda para el transporte colectivo.

Aquí va el más profundo de mis agradecimientos a todos. En Europa ya pagáis para otros no tengamos que hacerlo.

¿Suena ridículo, verdad? Esto es lo que sucede cuando uno no paga el coste real de sus acciones. Mi decisión de conducir es perfectamente racional (básicamente porque no hay otra forma de hacer el trayecto en transporte público con un horario razonable) por la sencilla razón que no estoy pagando el coste real de mis acciones: las externalidades no las pago yo. Esto crea un mercado de transporte profundamente ineficiente, ya que los precios pagados no equivalen a los precios reales, así que la demanda de automóviles está muy por encima de lo que debería ser.

Un sistema de transporte razonable debería tener en cuenta estas cosas, añadiendo precios reales a todos los costes. Eso se traduce en algo tan simple como cobrar los brutales impuestos de hidrocarburos que se cobran en Europa (que deberían ser aún más altos), pero también en cosas menos extendidas como peajes para entrar en ciudades, precios variables según demanda para aparcar, los costes reales al edificar con densidades bajas, y cualquier otra tarifa eficaz y realista que se os ocurra. Cuando los precios cambian, la gente responde; no es nada misterioso.

Subvencionamos parte de los costes de los transportes públicos por buenos motivos: sus externalidades son positivas, no negativas. Usan menos energía, crean distribuciones de población más eficientes, tienen un precio por plaza menor y reducen la congestión al vaciar carreteras. Deberíamos asegurar que el privilegio de disfrutar de la comodidad de un cacharro metálico sucio y egoista de 1.500 Kg cubra sus costes reales, y sea realmente caro.

7 comentarios:

Carlos dijo...

Completamente de acuerdo. La mejor manera de redistribuir de cualquier gobierno es detectando y gestionando las externalidades. Externalidades que no parecen tener en cuenta algunos de los partidarios del "libre mercado", que parecen no percatarse de su existencia.

Anónimo dijo...

También totalmente de acuerdo. Aquí en Madrid las autoridades promueven indirectamente que la gente viva cada vez más lejos de su trabajo.
La reforma de la M30 no hace sino incentivar el uso masivo del coche.
Y cuando sí se hacen transportes públicos, es para incrementar el valor de promociones inmobiliarias de los amiguetes de nuestros gobernantes. La autoridades no planifican el crecimiento urbanístico de la comunidad autónoma por criterios racionales; lo hacen los promotores urbanísticos.

Le compadezco, Egócrata. Hace tiempo me pasé un curso desplazándome a 60km todos los día a la facultad en autocar. Qué mal recuerdo me quedó.

Anónimo dijo...

Te apuesto $10 (o su equivalente en autógrafos de Rijkaard) que no te da el cuero para publicar este mismo artículo, firmado y todo con nombre y apellido, en inglés y en la gazeta de tu universidad ahi en CT. :)

R. Senserrich dijo...

Pues mira, me has dado una idea malvada. Muaaahaaaahahaaa.

A ver si lo enchufo en algún sitio.

Alex Guerrero dijo...

Y una vez ya tienes el urbanismo definido de manera dispersa, cómo haces la transición a un modelo denso? ;-)

R. Senserrich dijo...

Dinamita, deportaciones masivas y creaciones de ciudades ideales siguiendo el modelo de nuestro querido líder en Pyonyang. :-).

También se pueden subir los impuestos de modo que reflejen las externalidades, y dejar que la gente abandone los suburbios si no quiere dejarse las cejas en tasas sobre CO2, infraestructuras y servicios, todas ellas utilizadas para poner cientos de miles de trenes, gloriosos, brillantes, eficientes trenes. Oh, los trenecitos.

(lo segundo creo que es ligeramente mejor, aunque no todo el gasto se haría en trenes. También hay tranvias, trenes ligeros, maglevs, monorailes y vagonetas).

Zuppi dijo...

Está claro que la gente usa el coche porque le resulta más cómodo que el transporte público.
Quizá si se dejara actuar más la iniciativa privada en ese sector se gestionarían mejor las externalidades de las que habláis. Mil ojos buscando beneficios ven mucho más que los diez o doce de los políticos con competencias. Y, por supuesto, el afán de enriquecerse es un motor mucho más poderoso que el de cumplir un deber...